me obnubilo con la oscuridad
que entra por las persianas
por los párpados de la ciudad
cuando cae el frío y los autos se guardan
en sus madrigueras de hormigón armado
en sus nichos como los cubículos
para los trabajadores japoneses
ciertamente escribo, fumo, bebo
trinidad de vicios que nada engendran
sólo cenizas, resacas, dolores de cabeza
escucho conversaciones, discusiones en los otros departamentos
en mi silencio oigo hasta sus salivaciones
escucho sus televisores, sus resplandores
flotan fantasmas proyectados a la pared
que cierra mi visión y forma el patio de luz.
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